Llegó la noche, y el terrible hombre-bombilla-fumador-con sombrero pequeño apareció lanzando sus temibles rayos verdes por los ojos.
Los animales huían despavoridos, pero un pájaro despistado fue alcanzado y se convirtió en un dragón alado.
Eso es mejor que ser un pájaro, por lo que, pensaréis, que el terrible hombre-bombilla-fumador-con sombrero pequeño en realidad no es malo, pero os equivocáis, aunque no del todo, y es que sus ataques nunca tienen un objetivo claro, pueden convertir a un pájaro en un dragón alado al igual que pueden convertir a un hombre en la mitocondria de un búfalo zoofilico, necrofílico y nada majo.
El dragón alado se encaramó al hombro del terrible hombre-bombilla-fumador-con sombrero pequeño, y echando abrasador fuego por la boca alcanzó al párroco del pueblo. Quedó hecho cenizas, pequeñas y remotas cenizas humeantes.
Las cenizas volaron, aterrizaron en la faz del terrible hombre-bombilla-fumador-con sombrero pequeño, y este sin reparo las esnifó de golpe, pasando así a ser el terrible hombre-bombilla-fumador-párroco-con sombrero pequeño, y es que el terrible hombre-bombilla-fumador-con sombrero pequeño en su día fue un simple hombre terriblemente fumador, pero por razones místicas, religiosas, léxicas y semánticas que no me da la cabeza para imaginar ni a vosotros para asimilarlo, ahora es el terrible hombre-bombilla-fumador-párroco-con sombrero pequeño, y seguirá evolucionando, engullendo y esnifando, hasta que no existan folios en el mundo para escribir su nombre completo.
Los hombres quieren ser como él, las mujeres quieren cambiarlo, pero él, solo quiere, esnifaros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario